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No, este artículo no llega tarde. Es la conclusión a lo vivido el pasado viernes 8M con tanta emoción. Yo, como tantas otras mujeres (y hombres) de Alicante, estuve en la manifestación del pasado viernes 8 Marzo. Y lo que pude sentir allí me erizaba la piel. Las mujeres, históricamente, no estamos acostumbradas a que se oiga nuestra voz, y ser parte de aquel clamor fue algo hermoso. Pero queda mucho por hacer, por fuera y por dentro de nosotras.

Hoy quiero hablar de los que significa por dentro el 8M. Porque la educación recibida y la tradición de la que venimos no solo se ve reflejada en lo social, sino que tiene mucha huella e impacto en nuestro interior. El de todas y todos. Hoy quiero hablaros a vosotras, porque nuestra voz no se ha oído, pero muchas veces somos nosotras mismas quien no nos oímos. La “voz” general parece que se ha convertido en “la realidad” sobre lo que el mundo “debería ser”. Hemos perdido nuestra perspectiva. Porque sí, amigos y amigas, tenemos distintas perspectivas. Socialmente iguales, humanamente distint@s.

Desde la antigüedad, muchas condiciones propiamente femeninas fueron patologizadas. Durante el siglo XIX la locura llegó a estar localizada en el útero y la palabra “Histeria” viene del griego, hyaterá, que significa matriz. Síntomas como el cansancio o la irritabilidad eran atribuidos a problemas del “útero errante”, donde se recetaba como tratamiento; matrimonio a las solteras o “masajes genitales” (lo que hoy llamamos masturbación) a las “enfermas”. Hablamos de androcentrismo, que es el hecho de que se tomar lo masculino como norma desprestigiando todo lo que queda fuera, dañando así a las mujeres.

En nuestro trabajo con las mujeres que vienen a consulta, ahora tenemos una perspectiva que tiene en cuenta nuestras particularidades, nuestros ciclos y nuestras vivencias.

Afortunadamente, en la actualidad hemos dejado esa perspectiva patológica atrás, pero la mujeres seguimos, de alguna manera, bajo perspectiva masculina. Esta semana escuchaba a una empresaria hablar de la diferencia que ella sentía al ascender a un hombre o una mujer. Los hombres dicen gracias con ilusión. Las mujeres, también emocionadas, le preguntaba si era cierto y si, de verdad, pensaba que estaba preparada para el puesto.

Nuestra voz, en general, sigue empequeñecida. Y nuestro diálogo interno es muy importante para nuestra salud mental, nuestro bienestar y nuestro crecimiento personal. No es fácil pararnos a prestar atención a lo que nos decimos en esta sociedad veloz, y mucho menos cambiarlo, pero os animo a hacer este ejercicio de reflexión. Una mujer consciente es una mujer libre. Vamos a escucharnos para liberarnos, empoderarnos y cuidarnos bien, desde donde nosotras nos sintamos verdaderamente cómodas con todas las distintas partes que nos componen.

“No soy una y simple, sino compleja y múltiple” Virginia Woolf

Irene López Romero – CV11092

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