Skip to main content

El tabaco: una herramienta emocional

El tabaco es una herramienta emocional que nos genera muchos problemas. De eso vamos a hablar, porque, a pesar de que todos los fumadores saben que no es bueno, dejar de fumar puede ser una tarea muy difícil de acometer.

Ahora que estamos a principios de año, dejar de fumar suele ser uno de esos objetivos que marcamos para tener una vida mejor y más sana. Sin embargo, podemos tener un listado de motivos por los que es aconsejable abandonar el tabaco, pero la realidad es que no llegamos a afianzarnos porque el fumar tiene una función emocional. Sin trabajar esa función, nuestro deseo no llega a buen puerto. Nuestra cabeza dice que sí, pero nuestra emoción no puede.

¿Cómo detectamos la función emocional del tabaco?

Para cada persona tendrá funciones que pueden parecerse pero que sentirán distintas a otros. Pasamos a detallarlas:

Una función social:

En nuestras relaciones sociales, salir a fumar nos ayuda a tener algo entre las manos que nos saca del posible estrés que puede ser relacionarse. A veces se siente que no se sabe qué hacer con las manos mientras se mantiene una conversación. Otras, nos da juego para relacionarnos con personas que están en la misma posición que nosotros, como una especie de juego que compartimos, donde el juego es fumar. De esta forma, la función es social ya que me permito compartir con otras personas que tienen el mismo hábito que yo, por lo que nos acompañamos y nos sentimos aliviados: no estoy sol@.

Una función tranquilizadora:

Este es el gran juego del tabaco, puesto que nos hace sentir que nos calma cuando ninguna de las sustancias que existen dentro de un cigarrillo provoca realmente esa sensación. Lo que de verdad es tranquilizador es el hecho de que cortamos la situación que estamos viviendo para salir a fumar, por ejemplo, si estoy estresada en el trabajo, nos permitimos un paréntesis saliendo de este escenario para hablar con alguien (si tengo compañía), o bien para pensar tranquilamente en cómo continuar. Sea como sea, fumar es la excusa que nos da permiso para salir de lo que estamos y desconectar puesto que, mientras fumamos, no estamos centrados en la emoción.

Una función de malestar profundo:

Esta función es la más complicada de detectar. Si aceptamos que fumar nos hace daño, ¿Cómo es posible que a conciencia deseemos hacernos daño? Aquí vamos a tener que detectar qué está pasando que, en lugar de luchar para conectarse con la vida, me aferro a la enfermedad. Es verdad que en el tabaco hay una sensación de que no hace tanto daño como parece, puesto que los perjuicios que se van produciendo no se ven a simple vista ni tampoco de manera inmediata, sino a largo plazo.

A pesar de todo, puedo sentir cierto malestar en mi cuerpo, como la tos o la falta de capacidad pulmonar, el olor o la sensación de pérdida de olfato o gusto… Da igual, normalizamos para justificar nuestra conducta. Propongo un pequeño ejercicio: Si el humo del tabaco está hablando de mí, ¿qué contaría? Cuando el humo sale de nuestra boca, expresa lo que sentimos, así que vamos a detectar qué emociones pintan cada exhalación: estrés o ansiedad, tristeza o depresión, enfado o rabia, sensación de incapacidad de sobrellevar nuestra vida, culpa…. En definitiva, habla de cómo estamos abordando nuestra vida y de que, tal vez haya aspectos en ella que no nos gustan, pero en lugar de poner conciencia en lo que nos está sucediendo, nos apoyamos en el tabaco como herramienta para seguir estando en el mismo lugar que nos hace daño.

Unas pautas para detectar la función emocional del tabaco:

  • ¿Cuando vayas a fumar o estés fumando, detecta cuál es la emoción que te ha llevado a desear fumar? Ansiedad, enfado, tristeza… puede ser que no sepamos exactamente qué emoción es, pero sí podemos prestar atención a cómo está mi cuerpo. Tensionado, desbordado, desenergetizado, palpitante o eléctrico… Nuestro cuerpo nos va a decir sin hablar lo que nos ocurre emocionalmente.
  • ¿Puedo hacer algo para gestionar esa emoción sin fumar? A veces realizar otro tipo de conductas nos ayuda a poner control, por ejemplo, beber agua, hablar con alguien que no fuma, utilizar algún distractor como la música o algo tan simple como comer un chicle sin azúcar.
  • Potenciar mi conexión corporal. No quiero hacer daño a quien quiero, entonces, ¿para qué hacer daño a nuestro cuerpo si es nuestro motor de vida?
  • Por último, si a pesar de tener conciencia del daño que me está haciendo el tabaco no puedo dejar de fumar, entonces vamos a abordar cómo está montada mi vida para que desee abandonarla a través de la enfermedad!

Dejar de fumar suena más fácil de lo que es en ocasiones, pero animamos a tod@s los que fumáis a que la mejor decisión es luchar por mi cuerpo abandonando el tabaco. Si te ha parecido que la forma de abordar este problema tiene sentido para ti pero no puedes hacerlo sol@, entonces no dudes en ponerte en contacto con nosotras que te ayudaremos a descubrir las funciones que en tu caso en particular hacen que no puedas dejar este hábito absurdo y dañino.

Inma García Beviá

CV 06074

Avenida Pintor Baeza 7, local izquierda (al entrar en la plaza)

Teléfono: 634 565 947

info@lucentumpsicologia.com

 

Menú