¡Llega la Navidad! Con sus luces y colores, con sus sonidos a campanillas, el olor a castañas y el sabor del turrón. Estas fechas están hechas para el disfrute. Para el reencuentro y la comunión de la familia y los seres queridos. Para la celebración. Pero no siempre nuestro ánimo nos permite ese supuesto disfrute al que parecemos obligados. Para muchos estas fechas es el momento más difícil del recuerdo de quienes faltan. De duelo de quienes ya no pueden celebrar con nosotros. Estas fechas se convierten en momentos de reflexión donde la falta se nota con más intensidad. Las luces iluminan con más fuerza las ausencias de quienes no pueden estar, en los villancicos nos falta una voz, los olores nos despiertan recuerdos de nostalgia, y nunca más esa comida típica sabrá igual que cuando la cocinaba tu abuela…
Hoy hace 10 años que murió mi padre. No sin algo de tristeza de fondo me acuerdo de él con alegría y gozo de haberlo tenido en mi vida y de todas las enseñanzas que, directa o indirectamente, me han convertido en la persona que soy.
Pero echando la vista atrás recuerdo esas primeras navidades sin él (y muchas después). La dificultad de querer no celebrar nada con el corazón roto por el duelo. Y él esfuerzo de todos por hacer unas navidades que honraran su recuerdo y fueran dignas de disfrutar para los pequeños de la familia. Esos para los que aún todos los que importan están en la mesa.
Y no puedo evitar pensar que, también mi padre y el resto de adultos que convirtieron las navidades de mi infancia en algo tan especial, tuvieron sus duelos y anhelos en estas fechas.
Al final, creo que se trata de seguir adelante integrando en nosotros a quienes nos precedieron y saber transmitir todo lo bueno que aprendimos de ellos a las siguientes generaciones. De poner las luces a iluminar nuevos caminos, de aprender nuevos villancicos además de los clásicos, de compartir los recuerdos con los más pequeños y saborear la vida con todo lo que tiene.
Si estás en duelo y sientes que este proceso normal se complica, ponte en contacto con nosotras.
Irene López Romero
CV11092